Minicuento Juegos de la mente
Vivía obsesionado por ella. De su vida no había nada que
contar hasta que la conoció, un chico
normal que se fue de su casa materna desde muy joven y, a partir de ese momento,
se transformó en un hombre reservado y huraño… de su casa al trabajo, y de su trabajo
a su casa. En aquellos días, iba de vez en cuando al cine, solo para ver alguna
película, no importaba cual, todo por salir de su rutina, y allí fue donde la
conoció. Esos ojos celestes fulgurantes, ese cuerpo espectacular y exuberante que palpitaba en la pantalla. Mudo en su
butaca, paralizado por la emoción la veía. El éxtasis explotó cuando los ojos
de la actriz de cabellos dorados le miraron tan directamente que se apropió de
ellos. No importaba que en la sala hubiese decenas de personas… ella le miraba
a él
solamente a él.
solamente a él.
Al Terminar la
película no se pudo mover. Sus ojos se quedaron clavados en la pantalla como si
todavía la imagen fílmica estuviese ahí. Entonces, la acomodadora de la sala se le acercó, y pensando que se había quedado
dormido, delicadamente tocó su hombro y le dijo:
-
Amigo, está bien? la película ya terminó!
-
- Ah, ah, ah, dijo cabeceando como espabilándose
y replicó: - Oh sí... supongo que ya tengo que irme, no es cierto?
La muchacha asintió. Se levantó sintiendo un peso extra en sus
piernas. Poco a poco se fue moviendo, las fuerzas perdidas comenzaron a regresar
y se encaminó hacia la salida.
Esto solo fue el inicio. A partir
de ese día quedó preso de una obsesión atroz. A la salida del trabajo ya no iba
a su casa, sino a la sala de cine, y eso fue mientras la película estuvo en cartelera.
Cuando ya no la exhibieron más, visitaba Centros comerciales y tiendas buscando
revistas, poster, fotos, objetos, cualquier cosa de la escultural actriz de los
ojos azules. Prefería aquellas fotos donde miraba fijamente a la cámara y
nuevamente sentía el estremecimiento como si fuese una droga. Su habitación
comenzó a llenarse de objetos relacionados con ella y no podía contenerse. Sus
amigos comenzaron a pensar que se había convertido en un acumulador, un
coleccionista fanático de la artista.- Buscaba en Internet las imágenes, los
videos, la voz sensual de la Johansson y sus ojos… esos ojos! Como un adicto a
cualquier droga, esa contemplación le llenaba cada vez menos, necesitaba más, tocarla…
acariciarla… sentirla suya. ¿Cómo satisfacer esa obsesión?
Echó mano de uno de sus talentos
olvidados. De pequeño hacía tallas de madera, esculturas sencillas. No era nada
del otro mundo, un entretenimiento nada más, y tenía cierta habilidad, sobre
todo en las figuras humanas. , Y entonces
se lo propuso: tallaría la figura de su amada, poniéndole en su rostro unas
turquesas tan azules como los ojos que le cautivaban, y así fue, ya no
hubo más cine, ni tiendas, todo su tiempo lo dedicaría a esa talla hermosa. Consiguió
una buena pieza de madera sólida y comenzó a trabajar febrilmente. Sobre ese noble material
fue tomando forma la mujer de sus sueños; y, al igual que Pigmalión, el
legendario Rey de Chipre, se enamoró de su obra. Consiguió dos piedras pequeñas
turquesas de un color muy parecido al de los ojos de Scarlett, y se los puso, y
cuando estuvo lista su obra maestra, su Galatea, se dio cuenta que tampoco le
satisfacía lo suficiente. Entonces, se apasionó por la historia de Pigmalión… y
al igual que el mítico escultor, se desesperó, tenía que darle vida, tenía que
poseer su cuerpo y su alma. Esa obsesión
le agobiaba, la locura rondaba su estado de ánimo y ya no encontró paz.
Un día se anunció que Scarlett
iba a visitarla ciudad para promocionar su última película. Al recibir la
noticia, preparó sus mejores galas, compró un obsequio muy especial para
demostrarle su amor y admiración. Y como
todos los cuentos de personas obsesionadas quizás la emoción, el nerviosismo o
el miedo a que su amada no fuera en la vida real como lo imaginó, fue
ahogándose en dudas. La rubia artista vino,
estuvo y se fue, y nuestro amigo quedó ahí, igual de paralizado como cuando
terminó aquella lejana función de cine, y se siguió hundiendo de tristeza y
depresión, y lo peor fue que su Galatea como se lo imaginan, tampoco se convirtió
en mujer de carne y hueso.
6 comentarios:
JM, a tu cuento le faltó algo, poner en letras muy pequeñas: "cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia" jeje, supongo que muchos se enamoraron de los ojos azules de Scarlett.
Me apenan los amores imposibles, pero creo que es parte de la vida y con lo cual se va entrando a una etapa de madurez.
¡Bien por ti! Tu cuento engancha porque se quiere conocer el final.
Muy bueno José Manuel, me dejo un poco triste, pero no todas las historias de amor tienen un fin al feliz, seguí escribiendo lo haces muy bien, un beso
Me gustó Maestro Pooh, conozco algunos casos de obsesión como el del cuento..Es precioso el tuyo.Gracias por compartirlo..besos
La realidad para el protagonista estaba en su interior. Tan platónico era su amor por Scarlet, que no osó trastocarlo con una caricia de sus ojos hacia ella, no en ese espacio que la gente llama cotidianidad.
Este relato retrata una situación muy común en nuestro mundo. Es más doloroso perder una ilusión, que arriesgarse a llevarla a cabo.
La apuesta es alta: el engolosinamiento podría terminar, la ensoñación llegar a su término más absoluto.
Porque es mejor convivir con un fantasma, que con una mujer de carne y hueso que tiene necesidades, defectos y problemas.
Un cuento muy bueno.
Una felicitación cordial al autor.
Y mi saludo de luz.
^_^
La idealización de lo perfecto e inalcanzable, resurge como temática preponderante.
Con un protagonista ubicado temporalmente en la actualidad, que por sus desencantos y sus días célibes, es deslumbrado por una imagen femenina. Y se siente aunado a los sentires del Pigmalión de Ovidio, se ve representado por su búsqueda de alguien que condense la expectativa que guarda en su ser más intrínseco.
Intenta imitar al escultor de Paphos, no en su virtuosismo en sí mismo, sino en los resultados. En representar y vivificar a la amada que lo obsesiona porque corporiza su ideal.
No cuenta con una Venus a quien pedirle favores, no es monarca ni tiene poderes sobrehumanos. Es un hombre simple, con dos manos que sacan arte a base de sentimientos, sin importar el artista -como dijera Wilde-, que pretende materializar un arquetipo mental para que se vuelva real.
Pero la realidad sobrepasa los afanes: Scarlett existe fuera de la pantalla y de su madera modelada.
Existe y lo ignora, no se asombra ante su presencia. Ni en un auditorio ni en un taller casero.
Y ese crudo despertar a la desilusión, es irrefutable. Lo reubica en su acostumbrado marco de tribulación y de clausuras personales y sociales.
Toda su obstinación, la locura esbozada, la pretensión de ser semidiós o protagonista de una Metamorfosis ficcional, se derrumba al entrar en su casa. No se sonroja su escultural "Galatea", como no lo amó su cinematográfica "Scarlett"...
Es muy difícil rondar un mito tan famoso, tan abordado y recreado desde todas las artes, sin caer en la imitación. Tus capacidades lógico-creativas para la narración son evidentes, pero me gusta el desafío de haber modernizado la ambientación y 'humanizado' el final.
Liliana YR
El cuento me gusta, por que has estructurado ese comportamiento de la obsesión, la idealización y esperanza de conseguir algo; pero también el miedo por no hacerlo, por ser incapaz.
En tus letras dejas claro que el personaje es solitario, quizá carente de buen afecto, y se impresiona ademas por lo imposible. Usas muy buenos recursos para recrear la historia.
Me gusto,
Abrazos
Publicar un comentario