lunes, 15 de junio de 2015

Lo anónimo




Lo anónimo

"La vida se antojó montar las nubes.

Fue trepando como un ciervo libre
y solitario, por entre los peñazcos.

A medida que avanzaba, se enrarecía el aire,
se poblaban de arbustos espinosos las laderas,
empinadas, caladas por el viento,
que abría a tajos los abismos rocosos.

La vida descansó, sedienta de aguas de ignoto curso.

Y fue un vértigo primero, lo que la puso en vilo.
Luego, se fue adormeciendo, debilitada, bajo el ala de una roca,
contemplando las que fueron sus estrellas agoreras.

La bitácora de viaje, se perdió en las soledades profundas,
áridas.

Y ya no despertó.
Y ya no hubo quien la recordara."

Patricia E.
16 de abril de 2015

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viernes, 12 de junio de 2015

EN UNA MANSIÓN RURAL

Drama en 5 capítulos



1

El automóvil avanzaba con rapidez por la            estrecha carretera flanqueada por una vegetación alta y tupida. Poco a poco los ocupantes comenzaron a contemplar, como si fuese una aparición espectral, la vieja mansión al final del camino. Se dieron cuenta que ya estaban cerca de la finca “La enramada”, una plantación de cacao venida a menos como la mayoría de los emporios agrícolas de Venezuela cuando apareció el boom petrolero.

La casona presidía desde una pequeña colina elevada las 10.000 hectáreas que constituían el amplio campo cacaotero. En aquellos días, toda la hacienda pertenecía al General Valladares. Antes había sido de su bisabuelo, general de la Guerra Federal y sucesivamente pasó por manos de su abuelo y de su padre.

Aunque ya no era productiva, era un sitio donde pasaba sus vacaciones, e incluso su padre vivió en “La enramada” los últimos años de su vida. Luego de su muerte, la recibió como herencia familiar.

Al acercarse a la casa, un hombre viejo salió a recibirlos presuroso. Era el fiel mayordomo quien vivía en un pequeño cobertizo vecino junto con su esposa. Avisado por el general de la llegada de unos visitantes, hizo los preparativos para recibirlos según sus instrucciones. La casa permanecía cerrada y solo Emilio atendía los asuntos que esporádicamente se presentaban. Como compensación, el General le enviaba una pequeña cantidad de dinero mensual para su salario y cualquier gasto que pudiese presentarse. Dada la influencia del General en los sectores militares, el ejército brindaba protección a la propiedad sin intervenir ya que en el sitio solo había un campo yermo y todo estaba en condiciones ruinosas. Del asiento delantero del carro se bajó Julián, de unos 60 años, pelo canoso, delgado pero con porte enérgico. Se acercó al empleado, le dio la mano y comenzó a conversar con él. Luego, como si se hubiesen puesto de acuerdo, el caballero le hizo señas al conductor para que acercara el automóvil a las puertas de la mansión.

 Al estacionarse el vehículo, Julián se aproximó para  abrir la puerta trasera. El conductor se unió a él y comenzaron a sacar el cuerpo inerme de una mujer, aparentemente dormida o quizás drogada, la cargaron y la llevaron dentro de la casa, mientras que Emilio veía impasible toda la operación.

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